El otro día una compañera me dijo que un empresario se comprometió a contratar nuestros servicios si somos capaces de encontrar trabajadores que se comprometan.

Este empresario sin darse cuenta le estaba diciendo a mi compañera que como directivo deja bastante que desear, pues no es capaz de lograr que sus trabajadores se comprometan.

Ahora bien, desde hace unos 10 años se está incorporando al mercado de trabajo la "generación mimada" o la también llamada "generación de pequeños dictadores".

Cuando los niños son los jefes en sus casa porque se ve en la tele lo que quieren, se va donde ellos quieren, se les compra lo que quieren,..., cuando llegan al mundo laboral se dan cuenta que las cosas en las empresas no son como ellos quieren sino como sus jefes o los empresarios quieren.
Y claro, esto no les gusta.

¿El único modo de lograr su compromiso es que todo sea como ellos quieren?

Evidentemente la empresa no es de ellos. Quien se juega su patrimonio y dinero es el empresario, por tanto, quien decide la estrategia y como se ejecuta debe ser el empresario.

Si el trabajador "pequeño dictador o mimado" no entiende la estrategia, no la comparte, o no entiende ni comparte la política y administración de la empresa, no van a seguir al empresario.

El sentido del deber de las nuevas generaciones es cada vez menor. Así lo he constatado en cientos de test realizados a trabajadores durante más de 10 años.

Ante el menor sentido del deber de las nuevas generaciones, los empresarios y directivos han de liderar en mayor medida. Han de ya no sólo formar a los trabajadores sino también educarlos. Es decir, lo que las familias, el sistema educativo y las políticas gubernamentales de dar 400 € a quien puede trabajar, hacen de forma deficiente, tendrán que subsanarlo.

¿Falta talento?

El talento es la capacidad de lograr resultados. Muchas empresas logran grandes resultados, por tanto, por definición tienen talento en sus filas.

Recientemente a una pequeña empresa, a uno de estos empresarios que se queja de la falta de talento, le mandé tres finalistas para un puesto de trabajo.

Escogió al de menos talento.

¿Por qué? Pues por miedo a que fuese mejor que él, por miedo a no ser capaz de gestionarlo...

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